Quiero ser vieja en París
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La felicidad, la alegría, la amistad. El metro. El atasco. La manifestación. La noche. El Sena. Las carreras, los ojos pintados en dos segundos, la alegría. El cartel de El Gatopardo en la habitación. Cine, cine, cine... El Sena. Los tacones sobre el empedrado mojado. La alegría. Las carreras. ¡Nueve en punto, uf! El teatro dorado, abarrotado, hermoso, expectante. La alegría. La amistad. Los ojos brillantes, el Sena, la amistad. Tachia, hermosa y dorada. Paco y los fondos de Feito. El fondo azul, esa luz tan hermosa. Rubén, azul, la poesía... El concierto. Tres horas Breve, breve, breve. Un suspiro de placer. Joxan, el acordeón; Gorka, el saxo; César, el bandoneón... Paco, la poesía. La fiesta, el encuentro, el brazo derecho de Brassens, el vino, el exilio. París. El Sena. La alegría. Las erasmus que se cuelan («porque me ha dicho mi madre que estar en París y no ver a Paco es pecado mortal»). Grupis ancianas, grupis nosotras, grupis las erasmus (¡hay que ver cómo han cambiado las españolas que llegan a París, Goytisolo!). La belleza de las mujeres viejas. El Sena. La alegría, el «remojón a Paco», un postre con salmón, pepino y algo más... El euskera, el francés, el catalán. Mañana, cus-cús para cuarenta... Las lenguas aúnan y no distancian. La noche. El Sena. La altura. ¿Cómo no se cae rendido? Tres horas de concierto, dos horas atendiendo a la prensa... La alegría. El exilio. Se atreve con el flamenco. A capella. El ejemplo, el respeto. La alegría. («¿Has visto a mis novias, Julia?»; «París es el corazón del mundo, es una ciudad que vive hacia dentro»; «Mañana id a desayunar a St. Germain-des-Pres y luego callejead...». Si Paco lo dice, Paco lo sabe. Además, que la comadre y yo somos mucho de callejear [«¡Ay mi calle mía de mi alma!». Los crêpes a las seis de la mañana con los trabajadores africanos. París es África como Madrid es Hispanoamérica. Joxan sonríe aunque no sea el «a París» que él esperaba. ¿O porque no lo esperaba? David observa mi sorpresa. Jordi controla, Pep intenta administrar un sentimiento que no merece ni le corresponde. El descaro de las erasmus. Las viejas, hermosas, que pasean. Los libreros del Sena. La alegría. Sorgiñak. Notre-Dame y Quasimodo. Las vidrieras son los colores de Dios. La Quimera observa París. La alegría, la música, las confidencias, el cansancio. La mañana. La lluvia («moriré en París con aguacero»...). El Sena Los tejados. Saint Severin nos descubre. Las velas de fuego. El Sena. Las chorraditas compradas con tanto amor... La rue de Seine. La amistad. Observar cómo hace una para llegar a ser vieja parisina. El arco de Quai de Conti. La Maga, las fruterías, el marrón-glacé... El cronopio sobre el nombre. Cementerio de Montparnasse, rosa blanca para Julio, roja para Carol. También está Rogelio, el hermano de Paco. No lo vemos pero lo recordamos (también los recuerdos pueden ser prestados). Llueve. Deseo de ser vieja en París. La paz. St. Louis en Ile (gracias, J2). El Sena. La República está a la izquierda. La alegría. Todos dicen I love you... Los amantes de Pont Neuf... Los cuatrocientos golpes. La última escapada. La mujer de al lado. El último metro. Cine, cine, cine... Comida en Le chant des voyelles (el canto de las vocales. Filólogas, al fin...) «El jefe está borracho (dice él, coqueteando. Y trae dos copas de champagne afrutado... ¡uf, uf, uf! No dejarnos ir). El Sena, la alegría. Deseo de ver a las personas amadas y deseo de no abandonar París. O, tal vez, de que París no nos abandone... Lo malo, para otra entrada. Porque poco tiene que ver con nosotras...














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