miércoles, 19 de agosto de 2009

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Ver el otro día a El Cabrero me hizo recordar esta bulería (versión del tango escrito por José Dicenta Sánchez y musicado por Alberto Cortez) que se titula El amor desolado (na menos) y contiene dos de los versos más bellos que yo he escuchado en la vida. Pero, bueno, que cada cual elija el suyo. y, ahora sí... ¡al mar!
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Yo puse el esfuerzo y ella la desgana,
yo el hondo silencio y ella la palabra
yo senda y camino, ella la distancia
yo puse los ojos y ella la mirada.
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Quise entre mis manos retener el agua
y sobre la arena levanté mi casa
me quedé sin manos, me quedé sin casa
fui raíz oscura, ella tronco y rama.
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Para que la cuenta del amor sumara,
ella puso el cuerpo; yo el cuerpo y el alma
era toda viento, yo todo montaña
yo pura resina, ella pura llama.
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Una noche oscura, se fue de mi casa
segaron mis ojos, para no mirarla
para no seguirla, cerré las ventamas
clausuré las puertas cuando se marchaba.
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Puse rosas negras sobre nuestra cama
sobre su memoria puse rosas blancas
y a la luz difusa de la madrugada
me quité la vida para no matarla.
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Yo lo puse todo: vida, cuerpo y alma
ella, Dios lo sabe, nunca puso nada
nunca, nunca, nunca,
nunca puso nada.

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