Me arrepiento de tanta inútil queja,
...................................................de tanta
lamentación improcedente.
Son las reglas del juego inapelables
y justifican toda, cualquier pérdida.
Ahora
sólo lo inesperado o lo imposible
podría hacerme llorar:
.
.
una resurrección, ninguna muerte.
.
.
«Epílogo», Ángel González, en Muestra, corregida y aumentada, de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan (1976)
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