«Cuando alguien se encuentra abandonado por todos, ni siquiera reconocido, acorralado por una adversidad anónima y unánime, el mundo deja de tener fronteras, lenguas, nombres, direcciones y teléfonos, documentos, carnés, impresos, solicitudes, el mundo se vuelve estrecha cárcel. Limita la libertad con lo imposible. Cuando se puede ir en cualquier dirección es como si no se pudiera ir en ninguna, la libertad absoluta es una forma de prisión, porque quedarse es cautiverio e irse es obligación», Gonzalo Hidalgo Bayal, Paradoja del interventor, Barcelona, Tusquets, 2006
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