viernes, 12 de junio de 2009

Los recuerdos y los pelos de gato tienen el mismo efecto: colapsan el ventilador. Y cuando el ventilador está tupido de basura, lo mejor es retirarse y dedicar todas las energías al silencio (que es tanto como decir a uno mismo, en estos casos. Sólo en estos casos). Y es que una llega a acostumbrarse al ruido continuo de recuerdos y ventilador defectuoso, pasa como con todos esos ruidos continuos, que sólo se hacen presentes cuando no están, cuando, por fin, dejan de funcionar y entonces decimos: «¡Ah, qué paz!...». O sea y resumiendo («al lío, profe»), que he tenido que llevar mi ordenador a reparar porque se calentaba (sic) y yo, tras el concierto de Nacho, pues también estoy convaleciente...

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