Bueno, no vi el mar pero disfruté Barcelona. La xarxa de metro se convirtió en enlace de amigos. He sentido la suciedad y el tiempo... En las cosas, en las personas, en los espacios. Con este amor que se ha instaurado en Madrid por lo nuevo, por lo reciente, por el brillo (que no conserva la pátina del tiempo y que ciega), hemos perdido algo indefinido (o que yo no sé definir) que se encuentra en cierto olor húmedo y antiguo que sí se aprecia en Barcelona. Las dudas que produce cierta oscuridad y que provocan un placer inesperado y tranquilo. Y es entonces cuando recuerdo ese texto hermoso de Tanizaki: Elogio de la sombra. Y cuesta regresar...
o de otra forma este artículo de Elvira Lindo de ayer en El País que refleja un poco lo que sientes, creo: http://www.elpais.com/articulo/panorama/Nos/sobra/dinero/elpepusocdgm/20090628elpdmgpan_8/Tes
ResponderEliminarSí, es algo así como un alzheimer inducido... Esta ciudad a la que roban un pasado de resistencia (ayer, en Barcelona, por ejemplo, estuve en un lugar mágico: la plaza de Sant Felip Neri, bombardeada por la aviación italiana durante la guerra y donde, en la posguerra, fusilaban...) Y se vive el silencio. ¿Me puede alguien asegurar que es por casualidad?...
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