lunes, 14 de julio de 2014

Quizá me sucedo en mí mismo. No sé quién pero alguien ha muerto en mí. También ayer olía la desaparición y estaba amenazado por la luz, pero hoy es otro el cuchillo delante de mis ojos.
 
 
 
No quiero ser mi propio extraño, estoy entorpecido por las visiones. Es difícil
 
 
poner luz todos los días en las venas y trabajar en la retracción de rostros desconocidos hasta que se convierten en rostros amados y después llorar porque voy a abandonarlos o porque ellos van a abandonarme.
 
 
Qué
 
 
estupidez tener miedo al borde de la falsedad y qué cansancio
 
 
abandonar la inexistencia y
 
 
morir después todos los días.
 
Antonio Gamoneda, Arden las pérdidas

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