martes, 27 de enero de 2015

Miguel de Cervantes Saavedra publicó la primera parte de su Quijote en 1605, es decir, con cincuenta y ocho años (dado que había nacido en 1547)
       
Hoy, no hubiera tenido ninguna posibilidad (bueno, entonces tampoco la tuvo. Despreciar el ingenio que no hace fuego de artificio parece ser -ésta sí- marca España). Y esto dice en el prólogo de su libro más famoso:
 
-Porque ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes?
 
Capítulo V de la primera parte:
 
-Yo sé quien soy -respondió don Quijote-, y sé que puedo no ser, no solo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías.
 
Y en el capítulo XXII de la primera parte una de las sentencias que me ayudó a salir del hoyo:
 
[...] dure la vida, que con ella todo se alcanza.
 
Uno de los momentos más tristes del libro: llega don Quijote a lo que había sido su amada biblioteca y la encuentra tapiada (el cura, el barbero, el ama y la sobrina hicieron una hoguera en el patio con sus libros). Reacción de don Quijote:
 
[...] se levantó don Quijote y lo primero que hizo fue ir a ver sus libros; y como no hallaba el aposento donde le había dejado, andaba de una en otra parte buscándole. Llegaba adonde solía tener la puerta, y tentábala con las manos y volvía y revolvía los ojos por todo, sin decir palabra [...]
 
Capítulo LXVI de la segunda parte:
 
[...] que cada uno es artífice de su ventura. Yo lo he sido de la mía, pero no con la prudencia necesaria [...]
 
 
-Mira, Sancho -dijo don Quijote-, mucha diferencia hay de las obras que se hacen por amor a las que se hacen por agradecimiento. Bien puede ser que un caballero sea desamorado, pero no puede ser, hablando en todo rigor, que sea desagradecido.
 
Por cierto, mi amigo y compañero David Becerra ha escrito un interesante artículo sobre la edición que el académico Arturo Pérez Reverte ha hecho del Quijote. No se lo pierdan. Aquí.

1 comentario:

  1. Esto me da esperanza de que vamos a tener una comunicación republicana sobre el Quijote con la marca Alicia...

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