lunes, 22 de octubre de 2012

La semana pasada terminé de leer Las leyes de la frontera, de Javier Cercas. Lo leí animada por las buenas críticas y porque la historia trata de un personaje y de un mundo que me fascina: los quinquis de los ochenta. No llega a la decepción, pero su lectura no me ha conmovido, no ha creado ninguna turbulencia en mis sentimientos. Es, en mi opinión, un libro sin alma. Correctísimo en su estructura y en la utilización de las voces narradoras que van desgranando la historia de un personaje, el Zarco, proyección del quinqui tipo El Vaquilla, El Torete o El Jaro... No sé, además, qué lleva a Cercas a relacionar sentimentalmente a un profesional independiente o, cuando menos, con un nivel cultural medio-alto (como el narrador de Soldados de Salamina o el escritor de ésta) con mujeres de nivel cultural medio-bajo o bajo. No porque no puedan existir este tipo de relaciones, sino porque no la sostiene en una buena lógica. Me cuesta creerme el enamoramiento del Gafitas porque, en realidad, no comparte nada con Tere más allá de una pequeña etapa delictiva en la adolescencia... Y también que el protagonista sea, básicamente, un mediópata (que sí, que de hecho El Vaquilla utilizaba a los medios y se notaba que le gustaba). Era eso y otras muchas cosas que se pierden en la corrección, en la mesura de la historia... De una historia que es, en sí misma, desmesurada...
 
Hay que reconocer, eso sí, que el autor se ha documentado. Y que, a veces, resulta muy efectiva la elipsis (en la confesión de Tere o en su desaparición, por ejemplo). Pero los perfiles quedan desdibujados, como si al autor le diera miedo reconocer la fascinación pura y dura que el mal o la libertad de ejercerlo tiene sobre el común de los mortales. Parece que se siente en la obligación de ejercer la contención, de dar siempre la visión equilibrante del otro lado (un director de prisiones ultracomprensivo, sin ir más lejos, o un policía comprensivo).
 
 Buena estructura, buena composición, pero... si me das a elegir, me quedo con esto (por mucho que duela... Y duele):
                                                             


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