Cuando le dieron a Maya Plisetskaya el premio Príncipe de Asturias en el año 2005 y abrió los brazos para agradecer y saludar, a mí se me saltaron las lágrimas. Y no, no es que me guste el ballet. Pero sí reconozco la belleza...
Y como estamos tan necesitados de ella (de la belleza...)
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