Antes, quería ir a Japón. Dos de mis directores de cine favoritos son japoneses: Yasujirō Ozu y Akira Kurosawa. Creo que es porque me han ofrecido momentos de paz en periodos desasosegados. Hoy, quiero ser japonesa...
«[...] si Oriente y Occidente hubieran elaborado cada uno por su lado, e independientemente, civilizaciones científicas bien diferenciadas, ¿cuáles serían las formas de nuestra sociedad y hasta qué punto serían diferentes de lo que son? Éste es el tipo de preguntas que me suelo plantear habitualmente. Supongamos, por ejemplo, que hubiéramos desarrollado una física y una química completamente nuestras; las técnicas, las industrias basadas en dichas ciencias habrían seguido naturalmente caminos diferentes, las múltiples máquinas de uso cotidiano, los productos químicos, los productos industriales habrían sido más adecuados a nuestro espíritu nacional. Posiblemente sería lícito pensar que los propios principios de la física y de la química, considerados bajo un ángulo distinto al de los occidentales, habrían tenido aspectos muy diferentes a los que hoy en día se nos enseña en lo que respecta, por ejemplo, a la naturaleza y las propiedades de la luz, de la electricidad o del átomo»
«En definitiva, cuando los occidentales hablan de los "misterios de Oriente", es muy posible que con ello se refieran a esa calma algo inquietante que genera la sombra cuando posee esta cualidad»
Junichirō Tanizaki, El elogio de la sombra (traducción de Julia Escobar), Madrid, Siruela, 2000 (10ª edición)
The New York Times publica unas fotografías del antes y el después. Moviendo el la línea que las corta con el ratón, nos desplazamos viendo el desastre (no, perdón, el desastre no: las fotografías del desastre...). Aquí.
Los siete samuráis, Akira Kurosawa
En una de las fotos me llama la atención hasta qué punto han aguantado los arboles. . . y no la tierra "habitada" (o sea, cultivada o con casas o fábricas o carreteras).
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