Desatar las voces, desensoñar los sueños: escribo queriendo
revelar lo real maravilloso y descubro lo real maravilloso en el exacto centro
de lo real horroroso de América.
En estas tierras, la cabeza del dios Eleggúa lleva la muerte
en la nuca y la vida en la cara. Cada promesa es una amenaza; cada pérdida, un
encuentro. De los miedos nacen los corajes; y de las dudas, las certezas. Los
sueños anuncian otra realidad posible y los delirios, otra razón.
Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que
somos. La identidad no es una pieza de museo, quitecita en la vitrina, sino la
siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día.
En esa fe, fugitiva, creo. Me resulta la única fe digna de
confianza, por lo mucho que se parece al bicho humano, jodido pero sagrado, y a
la loca aventura de vivir en el mundo.
Eduardo Galeano, «Celebración de las contradicciones/2», El
libro de los abrazos, Madrid, siglo xxi, 2007 (26ª edición)
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