[...]
Y, sin embargo, hay que perseverar.
Porque, como suelo decir, por cada tren solo hay una locomotora. Y muchos vagones de los que tirar: llenos de apáticos, de desinformados, de equidistantes, de posibilistas, de relativistas, de borregos; además, los bandidos atacan. Pero la locomotora, pese a que a menudo parece que no tenga aliento, de repente arranca. Y avanza, pese a todo. Un poco. Un poco más [...]
Artículo completo aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario